La señora Foster había sufrido toda su vida un miedo casi
patológico a perder trenes, aviones, barcos, y hasta telones, en los teatros. Aunque en otros
aspectos no era una mujer
particularmente nerviosa, la sola idea de llegar con acción y efecto de atrasar, diferir o suspender la
ejecución de algo en ocasiones como las enumeradas la ponía en un estado
de excitación tal que le daban espasmos. No era cosa de mucha importancia: un
pequeño órgano compuesto principalmente de fibras
contráctiles que se le agarrotaba
en la esquina del ojo izquierdo, como
un efecto de cerrar un ojo momentáneamente quedando
el otro abierto, a veces con disimulo por vía de señal o advertencia
secreto. Lo enojoso, sin embargo, era que la contracción se negaba a
desaparecer hasta cosa de una hora después de alcanzado sin novedad el tren, o
el avión, o lo que hubiera de tomar.
Es realmente extraordinario el que un
temor suscitado por algo tan simple como perder
un tren pueda, en ciertas personas, convertirse en una seria perturbación anímica producida por una idea fija.
Media hora antes, como mínimo, de que se hiciese necesario
partir hacia la estación, la señora Foster salía del
ascensor lista para marchar, con el sombrero y el abrigo puestos, y a continuación, de todo punto incapaz de sentarse,
comenzaba a trajinar y agitarse de habitación
en habitación, hasta que su marido, que no podía ignorar el estado en que se
encontraba, emergía por fin de sus posadas,
hospedajes y en tono seco, desapasionado, señalaba que
tal vez fuera hora de ponerse en marcha, ¿no?
Es posible que el señor Foster estuviese en su derecho de
irritarse ante esa simpleza de su esposa; lo
que resultaba inexcusable era que acrecentase su desazón haciéndola esperar sin necesidad. Cosa que, ¡cuidado!, ni
siquiera se hubiera podido demostrar, aunque
medía tan bien su tiempo cuando quiera que habían de ir a alguna parte —ya me
entienden: sólo uno o dos minutos de retraso—, y su actitud era tan suave, que
se hacía difícil creer que no buscara
infligir una pequeña pero abominable tortura personal a la pobre señora.
Y si algo le constaba, es que ella no se habría atrevido por nada del mundo a levantar sonido que
el aire expelido de los pulmones produce al salir de la laringe, haciendo que
vibren las cuerdas vocales y pedirle que se apresurase: la tenía
demasiado bien disciplinada para eso. Otra cosa que sin duda había de saber era
que, llevando la demora incluso más allá del límite de lo prudencial, podía
ponerla al borde de la histeria. Una o dos veces, en los últimos años de
su vida de casados, casi había parecido que deseara perder el tren, con el único
fin de intensificar el sufrimiento de la infeliz.
Alex, ¡enhorabuena!, has hecho exactamente lo que había que hacer, sólo te ha faltado el sustantivo "aposentos", pero yo sabía que en el calaméo había un error y que te faltaban las imágenes, ah! y gracias por el enlace. Ha sido un placer ser tu lazarillo, eres un alumno brillante.
http://www.calameo.com/read/001737422fc9ef53f27d9
Cristian has logrado el objetivo con creces, has identificado nueve sustantivos con sus imágenes de Google. No has identificado los que propuse porque eran difíciles, no pasa nada. Has conseguido superar la tarea.
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